los clubes de lectura del amo no van a desbaratar la casa del amo
Si una persona pasa suficiente tiempo conmigo, eventualmente, sin ninguna conexión con la conversación que esté sucediendo, me va a escuchar hablar sobre los terceros espacios. Y cómo estos están desapareciendo. Así como hay hombres que piensan sobre el Imperio Romano o la salud de Messi las 24 horas del día, así estoy yo constantemente pensando en los pocos espacios que nos quedan hoy en día para descubrir y crear, con calmita, comunidad.
Las iglesias son un buen tercer espacio para descansar, pero no tanto para crear grupos o hacer actividades (por fuera de las actividades que la parroquia organice para esa comunidad en particular). En Bogotá hay parques, si, pero los que no están privatizados ilegalmente están terriblemente sucios, llenos de CAIs e inseguros. Ademas que hay que ser realistas, el clima de Bogotá muy pocas veces se presta para planes al aire libre. Hay bibliotecas públicas hermosas y de libre acceso, con actividades y espacios para poder reunirse, pero son realmente pocas considerando lo grande que es la ciudad. Algo como una biblioteca pública debería estar a una distancia donde se pueda llegar caminando, o sin tener que pasar más de 15 minutos en transporte.
En los últimos años he visto esto mismo pasar en el mundo digital: hay un hambre inmensa de reunirse con gente, de hablar con otros sobre las cosas que nos apasionan. Después de los confinamientos estrictos de la pandemia una conversación recurrente es cómo se afectó la capacidad de socialización de las personas. La pandemia nos quitó cierta ligereza sobre la posibilidad de conocer a otras personas, volvió demasiado solemne el tiempo que usamos para hobbies, ahora cada minuto debe ser optimizado, monetizable.
En el internet esto se ha manifestado como clubes de lectura, perfiles donde se reúnen a pintar cerámicas feministas, preparar maratones, cafeterías para “coworking”, hacer caminatas, etc. Espacios donde la gente puede ir y conocer otras personas similares y descubrir cosas; por una módica suma, mensual. Con niveles de acceso dependiendo de cuánto se pague. Los terceros espacios cerrados detrás de una paywall.
Es entendible que las personas que están liderando estos espacios cobren, después de todo están dando de su tiempo, su conocimiento, y en ocasiones incluso acceso a sus propias casas. Lo que me parece complicado es que debido a que el lugar de gestación y promoción de estos clubes es, básicamente, las redes sociales, su difuminación, su contenido, y su accesibilidad se vuelven una palanca más del algoritmo. Cuando se habla de la importancia de crear comunidad y crear espacios donde se comparten ideas y conversaciones hay que ser un poco más radicales, menos ingenuos sobre las limitaciones de las redes sociales. El algoritmo va a pulir y recortar todo lo que no sea La Gran Idea Principal del Momento dejando por fuera todos los pedazos más interesantes (y raros, e incómodos, y sorprendentes y gratificantes) de conocer nuevas personas y nuevas ideas. Se puede tener la satisfacción ligera de que estamos saliendo de nuestras casas sin tener que sacrificar ni una onza de comodidad emocional. En palabras de Jack Gilbert, “Not the color, but the stain.”